sábado, 9 de julio de 2011

Atiza, atiza, que está calentito...

"Echa otra monedita, que esto está caliente". La frase resulta suficientemente evocadora: un pequeño bar, envuelto en un ambiente de humo (ah, cierto, esto ya no...), tazas de cafés que se posan sobre la barra y allá, en la esquina, un abuelo golpea con insistencia los coloridos botones de una máquina tragaperras, con el convencimiento de que el premio gordo está próximo.

Ahora bien, no son consideraciones sobre el azar, la ludopatía o los bares las que me han sugerido esta frase. Se trata de algo más oscuro, obviado por el común de los mortales y, sin embargo, trascendente para todos: las agencias de ráting y su actitud durante la crisis. Digo que se trata de un tema ignorado por la mayoría, aunque en los últimos días, tras agitar nuevamente los temores del mercado sobre la salud de Europa, han pasado a ocupar un lugar destacado en titulares de periódicos, debates televisivos e, incluso, hasta discusiones de barra de bar. Mucho se ha dicho y escrito en contra, como en este ejemplo de José A. Estévez Araujo o, caso extraño, con una visión menos crítica, como hace Miquel Roig, responsable de expansion.com. Yo prefiero reservarme mi opinión al respecto (aunque en cierto modo la insinúe en el título), por considerarme poco entendido y porque no es el fin de este post (tampoco tengo muy claro cuál es ese fin) abordar áridas polémicas económicas.

Como venía contando, más allá de momentos puntuales como el actual, las agencias de ráting, como todo lo concerniente al ámbito económico, suelen vagar, rodeadas de un silencio sepulcrar, entre los recovecos de la opinión pública. "Eso de la economía es un rollo", dicen. Lo es, pocos lo niegan. Pero su influjo sobre la vida cotidiana es, igualmente, innegable. En la de todos.

Sin embargo, mientras padecemos, en mayor o menor grado, los resultados de una crisis económica que, en su constante transito, va carcomiendo, poco a poco, algunos privilegios sociales que considerabamos inalienables, miramos hacia otro lado. Callamos y nos estamos quietos: "lo que la economía nos ha quitado, que nos lo devuelva la economía", pensamos, sin darnos cuenta de que nosotros también somos la economía.

Podrán decirme, y no estarán faltos de razón, que movimientos como el 15m acaba en gran parte con esa actitud de apatía. Pero, sin entrar en formas ni contenido, no deja de tratarse de un movimiento minoritario y pasajero. No llamo a extender movimientos revolucionarios; lo siento, pero tiendo a recelar de ellos. Llamo a la reflexión interna y a la implicación. A desacomodarse y tomar las riendas, en lo posible, de lo que te afecta. A preservar tu independencia. Eso es ser un círculo. Y que no te sigan atizando hasta extraerte el premio gordo...


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