lunes, 16 de febrero de 2015

Podemos comunicar

Coincidirán conmigo en que tras dos años de parranda (parranda laboral y estudiantil, no se me confundan), no hay mejor forma de revivir este blog que escribiendo del fenómeno político del momento: Podemos. Y qué menos, después de que dicho partido haya tomado como elemento base de su estructura política los círculos que revisten esta inconstante aventura literaria.

La pujanza mediática y popular de este movimiento obliga a serias reflexiones sobre el mismo. Pero prometo (de momento) no darle vueltas a sus rimbombantes promesas de gobierno, ni tratar de indagar sobre los fundamentos sociológicos de su éxito. Lo que me ha animado a revivir este empolvado proyecto son las denuncias lanzadas recientemente, desde diversos frentes, sobre la persecución mediática de la que estarían siendo víctimas Podemos y sus miembros más destacados. Las informaciones relativas a la beca del secretario político del partido, Íñigo Errejón, y sobre los cobros, presuntamente irregulares, del secretario de Proceso Constituyente de Podemos, Juan Carlos Monedero, formarían parte, según estas denuncias, de una campaña orquestada desde los grandes grupos de comunicación, en connivencia con los poderes establecidos, para ensuciar su imagen y contener el auge de un partido que les inquieta.

La tesis es verosímil. Los partidos políticos tradicionales tienen razones para temer el ascenso de un nuevo partido con una retórica que amenaza ciertas prebendas de las que disfruta la denominada "casta". Y para los grandes grupos de comunicación también hay razones para el recelo.

Al mismo tiempo, es reseñable que este tipo de reacción defensiva no es novedosa. Los más variados partidos políticos han esgrimido idénticos argumentos para defenderse de las distintas acusaciones de corrupción o conducta ilícita que les han salpicado. Sorprende, no obstante, que miembros y seguidores de un partido que dice venir a regenerar la práctica política se aferren sin excesivos reparos a un discurso victimista tan manido.

Lógicamente, no critico que defiendan su inocencia. Aunque en casos como el de Monedero puedan apreciarse conductas cuando menos sospechosas, no pretendo erigirme en juez ni dar por sentada su culpabilidad. Lo que me chirría es, precisamente, ese victimismo del que hacen gala, como si los medios de comunicación estuvieran enfocados en exclusiva a socavar sus aspiraciones

No se puede negar que en determinados medios se aprecia una pertinaz voluntad de poner de relieve la más mínima mácula que pueda descubrirse entre los miembros más destacados del partido. Pero, en primer lugar, es hasta cierto punto comprensible ese escrutinio extremo de los comportamientos de un movimiento que siempre ha hecho gala de una integridad que contrastaría con el corrompido sistema de la casta política. ¿Es ilógico indagar sobre la solidez de este discurso?

En segundo lugar, si algo positivo tiene la abundancia de medios y portales de comunicación que caracteriza el momento actual es que, aunque muchos de ellos (quizás, la mayoría) actúen como voceros de unos determinados intereses políticos, existen visiones representantivas de la práctica totalidad del espectro ideológico y político y, por ende, existen medios dispuestos a desvelar las corruptelas e ilegalidades de políticos de cualquier signo. ¿Sería Podemos hoy una pujante fuerza política si los medios de comunicación no hubiesen desvelado las indecentes realidades de la trama Gurtel, la red Púnica, el escándalo de los Eres en Andalucía, las tarjetas 'Black' de Bankia o los negocios irregulares de la familia Pujol en Cataluña?

Por último, entiendo que para un partido que se presenta con el objetivo de hacer de la transparencia un elemento básico de la política, el persistente examen de sus conductas por parte de los medios de comunicación debería ser entendido como una oportunidad de convertir en hechos sus promesas.

Pero es ahí donde más veo flaquear el discurso comunicativo de Podemos. La pasada semana tuve la oportunidad de escuchar a otro de los miembros más conocidos del partido, Luis Alegre, durante su intervención en una tertulia política matutina en televisión. Entre las habituales interrupciones y exabruptos que suelen escucharse en este tipo de programas, los distintos tertulianos dieron a Alegre la oportunidad de responder a cuestiones simples como ¿por qué Monedero no da la cara ante los medios para explicar la realidad de los cobros bajo sospecha? ¿Y por qué no enseña las facturas o algún documento similar que verifique la legalidad de sus actividades? Las respuestas, debo decir, dejaron mucho que desear. Además de falsear la realidad, al decir que Monedero habría pagado los mismos impuestos tributando sus ingresos por medio de cualquiera de las modalidades disponibles, Alegre explicó que Monedero se esconde para no alimentar el ruido político (¿no es ruido político lo que intencionadamente ha estado alimentando Podemos desde su nacimiento?) y las facturas...ya las enseñará (ya tal, que diría el bueno de Mariano). Vaya hombre, en pleno ataque furibundo de los medios y las instituciones, Monedero se lo toma con calma...y es que no debemos olvidar que estamos en época de exámenes y el hombre debe ir hasta arriba de trabajo.

Hay que decir, que, al fin, hoy Monedero ha realizado unos declaraciones a una televisión, en las que, nuevamente, las quejas y protestas por estar siendo víctima de una persecución se han superpuesto a las explicaciones. Más tarde, en su blog ha escrito un post que abunda en la teoría de la conspiración, con una argumentario que sonroja por su simpleza.

Puede que su comportamiento en el cobro y tributación hayan sido inmaculados. Puede ser también (y no es nada descartable) que desde las propias instituciones del Gobierno se estén filtrando informaciones tendentes a deslegitimarle a él y a su propio partido como alternativa. Pero lo que es seguro que podemos y debemos demandar a Monedero y a los suyos que empiecen a practicar esa transparencia de la que tanto alarde hacen. Desde Podemos y otras fuerzas que se presentan como regeneradoras del panorama político han hecho de la mera sospecha de conductas ilícitas un arma de ofensiva política que ahora que se dirige contra ellos repudian.

Hace tiempo que Podemos ha demostrado saber hacer un efectivo uso de la comunicación para hacer llegar sus mensajes a la ciudadanía. Ahora les queda demostrar que también están dispuestos a comunicar y a explicar cuando son ellos los que están bajo la sombra de la sospecha. Y cuanto antes lo hagan, mayor favor harán a la credibilidad de su discurso. Poder, pueden comunicar. ¿Quieren?

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